Itinerario de viaje a Bulgaria
En nuestra opinión, Bulgaria es uno de los países más infravalorados de Europa. Su mezcla cultural única, su variada gastronomía, los increíbles paisajes y su gente tan acogedora, hacen que sea un destino muy completo para visitar durante 10 o 15 días y disfrutarlo como se merece. Aquí os dejamos nuestro itinerario por este precioso país.
BULGARIA
Día 1: Bilbao-Frankfurt-Sofía
Nuestra aventura comenzó el 9 de junio de 2019, antes del boom del turismo post-pandémico y de que países como Albania se pusieran de moda. Podéis ver aquí los lugares imprescindibles de Bulgaria.
Llegamos en avión a Sofía, la capital, sobre la cual teníamos muy poca información antes de ir y no sabíamos muy bien qué esperar. Nos encontramos con una ciudad bastante moderna, pero que ha sabido mantener su esencia gracias a sus mercados de productos locales, impresionantes edificios de estilo soviético y la evidente otomana tan habitual en muchas ciudades de la región balcánica.
La llegada a este tipo de países del este de Europa suele ser muy ágil y sencilla y sin problemas para llegar al centro de la ciudad. Nosotros optamos por reservar un taxi desde Booking porque era medianoche y estaba bien de precio, pero se puede llegar en transporte público, tanto en Metro como en autobús. La mejor opción es el metro, ya que en 20 minutos llega a las paradas Serdika o Sofia University, cerca del centro.
Nos alojamos en el Hostel Mostel Hub Rooms and Apartments, durante 3 noches por solo 75 euros, y lo volveríamos a hacer. Está a un kilómetro del centro y, además de las habitaciones compartidas, cuenta con varias privadas en un edificio cercano. Es un hostal con una relación calidad-precio inmejorable que incluye desayuno y cena.




Dia 2: día completo en Sofía
Comenzamos el día haciendo un freetour desde el centro de la ciudad, en la plaza Nedelya, junto a la catedral Sveta-Nedelya. Esta zona está llena de iglesias, monumentos, ruinas y anchas avenidas de la época comunista rodeadas de inmensos bloques de edificios gubernamentales. Es famosa la iglesia San Jorge, situada en medio de una plaza muy soviética y ofrece un anticipo de los contrastes que hay en el país. En el centro, hay varios parques y balnearios, la preciosa mezquita, una de las sinagogas más grandes de Europa y muchos edificios que reflejan la influencia austro-húngara en la región. La capital búlgara cuenta con una larga y tediosa historia.
El freetour culminó con la visita de la Catedral Alejandro Nevski, una de las iglesias ortodoxas más grandes del mundo junto con la de Belgrado, que es espectacular tanto por fuera como por dentro. Continuamos por las calles del centro, por donde pasa un tranvía antiguo, y está repleta de tiendas y restaurantes. Apenas había turistas, y es perfecto para contemplar la vida de los sofienses. Para comer, compramos una banitsa (bollos hojaldrados relleno de queso, carne o verduras) muy parecida al burek, que son muy típicos en todos los países balcánicos, aunque el de Bulgaria probablemente sea nuestro favorito. Entramos en el mercado local ubicado en un bonito edificio y compramos un kilo de cerezas a un precio increíble.
Por la tarde, visitamos la parte más moderna de la ciudad, donde destaca una enorme plaza con el Palacio de Cultura al fondo. Es una zona con muchos restaurantes para cenar a buen precio.




Día 3: monasterios de Bulgaria
En medio del Parque Nacional de Rila, rodeado de montañas, bosques y riachuelos, se encuentra el bucólico Monasterio de Rila, el más conocido y el lugar más visitado del país, que inspira mucha paz e invita a quedarse bastante tiempo. En aquel momento, no había forma de llegar en transporte público y tampoco alquilamos un coche; pero, sin duda, en coche hubiera sido la mejor forma de llegar. Incluso recomendaríamos alojarse en algún pueblo, y desde allí, hacer una ruta de montaña como los Siete Lagos de Rila (nos queda pendiente para cuando volvamos a Bulgaria). Estas alcanzan casi los 3000 metros de altitud y los senderos atraviesan bosques, lagos e impresionantes prados verdes. Otra forma de visitarlo es mediante una excursión con Civitatis u otra similar.
Después, hicimos una pequeña parada en el bosque y por un sendero llegamos a la Cueva de Ivan Rilski y la ermita. Nos recomendaros comer en el restaurante Gorchim, para probar la comida búlgara tradicional como la ensalada shopska de pepino, tomate, queso fresco salado rallado, cebolla roja y pimiento verde (muy parecida a la ensalada griega); y una cazuela de pollo al horno con champiñones, beicon y puré de patata, que estaba para chuparse los dedos. Fue extremadamente barato, y es que Bulgaria es uno de los países más baratos que hemos estado en Europa.
Salimos de vuelta a Sofía y dimos una última vuelta por la capital de los contrastes. Ver el atardecer frente a la Catedral Alejandro Nevski y pasear por los jardines, es la mejor forma de terminar el día.




Día 4: de Sofía a Plovdiv
A pesar de que no somos muy fans de los hostales alborotados con ambiente mochilero (y este es un claro ejemplo), habernos alojado en el Hostel Mostel Hub fue todo un acierto. Desayunamos y salimos a la estación de buses de Sofía para coger uno hasta nuestro siguiente destino.
Llegamos a Plovdiv al mediodía; una de las ciudades más bonitas del país que había sido Capital Cultural Europea en 2019. Estaba preciosa y muy bien cuidada, dejando claro que Bulgaria quería abrirse al turismo. Nos alojamos en un apartamento, el Guest House Center, junto al pequeño estadio romano y la Mezquita Djumaya. Dejamos las mochilas y salimos a recorrer las calles del centro, que pueden recordar a las de Cracovia o alguna otra ciudad polaca. Atravesamos varias veces la avenida Knyaz Alexander, que es elegante y peatonal, y visitamos el barrio Kapana, la zona más bohemia de Plovdiv. Comimos una rica tosta, en una de las muchas terrazas de esta zona de ambiente joven, que hace que el visitante se sienta muy cómodo.
Por la tarde, visitamos el casco antiguo, donde se encuentran los edificios búlgaros tradicionales de la ciudad (a destacar el del Museo Regional Etnográfico) y la colina Nebet Tepe, desde donde se obtienen las mejores vistas y atardeceres de la ciudad. Este es uno de los lugares que os recomendamos visitar en Bulgaria. Para terminar, cenamos en una hamburguesería en Kapana de la que nunca nos vamos a olvidar: Skapto Burgers.


Día 5: día completo en Plovdiv
¡Qué bien que teníamos un día entero más para disfrutar de Plovdiv! Salimos recorrer los alrededores: subimos a la colina Sahat Tepe y la Torre del reloj, desde donde se ve la ciudad extenderse hacia el oeste. Para ser tan temprano hacía mucho calor y estuvimos sentados bajo la sombra de la estatua “Alyosha”, construida en honor a la armada soviética en la II Guerra Mundial. Bajamos al barrio Kapana para comer y nos decantamos por el Restaurante Pavaj; pedimos una deliciosa berenjena rellena, tomate con pimientos asados. La gastronomía de Bulgaria nos sorprendió mucho, ¡y tiene los mejores tomates del mundo! Tenemos pendiente escribir un articulo sobre el tema.
Por la tarde, continuamos paseando por Kapana y el Casco Antiguo, y después, subimos al Teatro Romano que está escondido entre varias colinas. Repetimos el atardecer desde Nebet Tepe y terminamos el día tomando unas cervezas, para celebrar el haber descubierto una ciudad maravillosa que pocos turistas conocen. Os dejamos por aquí todo lo que tenéis que saber para visitar Plovdiv.
Día 6: de Plovdiv a Nesebar
El día comenzó con un ligero contratiempo: no encontrábamos información en internet de los horarios de autobús para ir a Nesebar y fuimos a la estación directamente. Hasta el mediodía no había ninguno, y se nos ocurrió coger un taxi para ir al Monasterio de Bachkovo, situado a 30 kilómetros de Plovdiv. Allí viven monjes ortodoxos, y apenas suele haber visitantes, lo que le da un encanto muy especial. Además, hay una preciosa capilla con pinturas bien conservadas que merece la pena visitar.
Después, regresamos a Plovdiv y cogimos un bus de tres horas hasta un pueblo costero en el mar Negro llamado Nesebar. Llegamos algo tarde, pero nos dio tiempo a dar una vuelta tras dejar las cosas en el Hotel Victoria. El casco histórico de Nesebar, situado en una pequeña península, cuenta con calles pintorescas y edificios de madera muy particulares. Es un lugar más preparado para el turismo y cuenta con tiendas de suvenires y más alojamientos que el resto de lugares del país. Aun así, la visita fue muy agradable, y tras dar varias vueltas por el pueblo fuimos a cenar al restaurante Mehana Pri Shopite donde nos sirvieron ensalada shopska, un pide (muy típico en Turquía) y calamar a la brasa que estaba exquisito. ¡Un sitio muy recomendable!




Día 7: de Nesebar a Varna
Por la mañana, dimos otro paseo por la pequeña zona histórica de Nesebar. Visitamos unas ruinas romanas y varias iglesias desde el exterior, y después, fuimos a la playa, situada en la zona nueva de la ciudad. No tuvimos mucha suerte con el tiempo, pero nos pudimos dar un baño en el Mar Negro, antes de recoger las cosas del hotel e ir hacia Varna. La estación de autobús se encuentra en la zona nueva, aproximadamente a 3 kilómetros de la península.
Varna es una de las ciudades más turísticas del país y un destino vacacional habitual para los rusos. Cuenta con varias playas y un larguísimo paseo marítimo, repleto de restaurantes que por la noche se transforman en bares y discotecas. La verdad que nos sorprendió bastante, ya que no sabíamos que en Bulgaria hubiera ciudades así, al estilo Benidorm; sin embargo, nos gustó mucho. El ambiente era muy agradable y pudimos aprovechar de las playas.
Por la tarde, paseamos por la costa y terminamos el día con una cena típica de pescado y marisco, en el restaurante Krachmata; anchoas, pinchos morunos de pescado, calamares, mejillones… Después, volvimos al Yo-Ho-Hostel, un alojamiento muy recomendable por su relación calidad-precio.




Día 8: día completo en Varna
Disponíamos de un día entero para disfrutar de la playa y del buen tiempo. Las playas del Mar Negro nos sorprendieron gratamente, y además, no suelen estar muy concurridas. La temperatura del agua es más que aceptable y está en calma, perfecta para nadar. Caminamos por la costa hasta llegar al Wake Park, un lugar en el que se puede disfrutar del Wake Board, un deporte híbrido entre el surf y el kite surf. No muy lejos del centro, se encuentra la tranquila playa Hidden Beach, y pasamos la tarde en un club de playa exclusivo, viendo como los clientes llegaban en porches y les servían champán. Sin duda, el turismo en esta región de Europa es muy diferente, y aunque no era muy de nuestro estilo, ¡lo pasamos genial!
Después del día de relax, cenamos un pescado buenísimo en el restaurante El Kapan, junto al mar. Ya de noche, paseamos por el parque Sea Garden donde había música, puestos de comida y una exposición al aire libre.




Día 9: de Varna a Veliko Tarnovo
Nos tomamos la mañana con calma, y antes de ir a nuestro siguiente destino, estuvimos un par de horas en la parte sur de la playa de Varna. Apenas había gente y era perfecta para estar tranquilos, mucho más que donde el día anterior. Comimos muy bien en el único chiringuito que había en la playa, el BM Gulf, y hacia el mediodía, cogimos un autobús a nuestro siguiente y último destino.
Tras varias horas de carretera pasando mucho calor, llegamos a la preciosa ciudad Veliko Tarnovo. Nos alojamos en el Guest House Priyateli, un lugar con unas valoraciones estupendas y que recomendamos. Sin apenas descansar, salimos a dar una vuelta por el casco histórico y contemplar la increíble vista de las murallas. El entorno era espectacular, y probablemente, sea uno de los lugares más fotogénicos del país. Sin duda, Veliko Tarnovo es una parada obligada; podéis ver aquí los lugares imprescindibles de Bulgaria.








Día 10: día completo en Veliko Tarnovo
El desayuno casero en el jardín fue destacable, y tras coger fuerzas, nos dirigimos hacia la zona de la Fortaleza Tsarevets, el lugar más emblemático de la ciudad. Las vistas desde allí y el entorno son increíbles. Más tarde, bajamos al barrio de Asenov, uno de los más pintorescos de la ciudad, por el que atraviesa el río Yantra. Está repleto de casa antiguas e iglesias ortodoxas, como la Iglesia de San Pedro y la de San Demetrio.
Tras regresar al casco histórico, situado en la zona alta, comimos una ensalada shopska en el bar Hipster, desde donde había unas vistas estupendas de la fortaleza y del castillo. Después, recorrimos a fondo la zona y entramos en alguna de las muchas tiendas de suvenires que estaban prácticamente vacías. De hecho, casi no nos cruzamos con ningún turista en Veliko Tarnovo.
Por la tarde, fuimos al parque Sveta Gora donde se pueden ver varios monumentos de la época soviética. El bar The Gallery es ideal para tomar unas cervezas y cuenta con unas de las mejores vistas de Veliko Tarnovo. Para terminar el viaje, no había mejor forma de despedirnos que con una buena cena búlgara, para lo que elegimos el Restaurante Asenevtsi, que estaba lleno de gente local y rebosaba amabilidad por parte del personal. Una de las cosas que con más cariño recordamos de Bulgaria fue la manera en la que fuimos tratados en cualquier lugar. Encontraréis más información sobre Veliko Tarnovo en este enlace.




Día 11: Veliko Tarnovo-Sofía-Bilbao
Salimos temprano en autobús hasta Sofía, que antes de llegar, nos bajamos en un cruce donde nos recogió un minibús para ir al aeropuerto. La verdad es que todo lo relativo al transporte público fue más fácil de lo que pensábamos y, en general, el viaje fue tan llevadero y agradable que superó con creces nuestras expectativas. Desde entonces, Bulgaria se ha convertido en uno de nuestros países favoritos y estamos deseando volver.













