Itinerario de 5 días en Seúl

¡Llegamos a Corea del Sur! Nuevo país y nuevas sensaciones: a pesar de que de primeras no parezca tan diferente a Japón, Corea transmite unas vibras muy diferentes; más desorden, suciedad, multitudes que hablan alto y se cuelan en las filas, gente más moderna... Sin duda, un país más occidental. Iniciamos nuestra ruta por la capital, Seúl, con un recorrido completo de cinco días.

COREA DEL SUR

Día 1 en Seul:

Llegamos sobre el mediodía y el tiempo no acompañaba; la lluvia nos persigue. Al menos había un autobús desde el Aeropuerto Incheon directamente hasta el centro y nada más bajar una mujer nos ayudó a encontrar el mejor cajero y nos recomendó un restaurante local para comer. Hicimos el check in rápidamente y salimos a buscar algo para comer, que me moría de hambre. Encontramos un establecimiento de dumplings y baos de cerdo, langostino y especias a muy buen precio, y aprovechamos para coger algo de allí mismo. Le di una oportunidad al Kimchi (otra más), aunque ya sabía yo que no me entusiasmaba… Se trata de col encurtida con mil especias que se deja días fermentando, creo que con eso lo dijo todo. Tiene un sabor entre amargo, agrio, ácido y a la vez picante que aborrezco (no entiendo a quien le puede gustar!).

Por la tarde, decidimos ir al centro de Seúl, concretamente al barrio Hongdae, famoso por ser uno de los más animados y con más ambiente joven. Lo recorrimos de lado a lado, fijándonos en las tiendas, la gente y todo lo que tenía por ofrecer, dándonos cuenta de las diferencias que antes he mencionado con respecto a Japón. Entramos en una tienda donde había decenas de personas jugando al lol y otros juegos de ordenador; ¡es increíble el éxito que tienen aquí este tipo de cosas! Sobre la seis nos sentamos en una plazoleta de Hongdae a descansar un rato y luego fuimos a cenar pollo frito marinado con una salsa medio dulce. Para terminar bien el día y tener las primeras impresiones de Corea, fuimos a un bar-karaoke donde ponían canciones pop súper comerciales y, aunque no fueran nuestras favoritas, ¡pasamos un buen rato!

Día 2 en Seul:

Madrugamos para poder visitar bien el palacio real, pero llovía tanto que tuvimos que cambiar nuestros planes e ir a un sitio cerrado al menos por la mañana. Así que cogimos el metro y fuimos al barrio de Gangnam, especialmente para ver la biblioteca Starfield famosa por ser una de las más bonitas del mundo. La verdad que nos gustó mucho, aunque no creo que sea muy práctica para estudiar… Justo fuera del centro comercial Coex donde está la biblioteca, estaba la escultura de las manos de Gangnam, un recordatorio de aquella canción que pegó tan fuerte y que mostró el K-pop al resto del mundo. Una pena que seguía jarreando y no apetecía pasear por el barrio, únicamente fuimos al templo budista Bongeunsa al que acudían miles de fieles a rezar. Seguramente estaba tan lleno por ser el festivo nacional Chuseok, y la fila para entrar al recinto principal era tan larga que nos limitamos a verlo por fuera. Al parecer, los templos coreanos tiene mucha más vida que los japoneses (casi siempre los encontrábamos vacíos o directamente cerrados), ya que aquí se ven monjes y personas orando y entregando ofrendas. Después, cogimos un autobús para acercarnos al centro de la ciudad y nos metimos a comer en un restaurante que tenía buena pinta.

Podría escribir un capítulo entero sobre mis impresiones acerca de la comida coreana (ya lo haré en otro momento), porque es todo un tema. Seguramente es la gastronomía más extraña que he conocido hasta ahora, rara tanto para saber lo que estás comiendo como para asimilar y distinguir los sabores. En general, los platos son agrios, avinagrados, amargos y picantes, vamos toda una fiesta para el paladar. El kimchi sería el resumen y la mejor muestra de cómo es la comida en Corea. Desde luego que no está hecha para todo el mundo. Bueno, nosotros pedimos un bibimbap, un arroz al que le ponen por encima todo tipo de verduras crudas y algas, con salsa picante y se mezcla todo. Salimos del restaurante y dimos una vuelta por el barrio Myeongdong que estaba abarrotado, vimos los puestos de comida callejera sin dejarnos de asombrar con lo que se llevan a la boca, y entramos en un par de tiendas por curiosidad y a protegernos de la lluvia. Caminando llegamos hasta el palacio Deoksugung, el primero de muchos que íbamos a visitar en Seúl. Era espacioso, pintado con colores vivos preciosos turquesas y rojos, y todavía se mantenía algo de la decoración interior. De allí fuimos al templo Jogyesa otro bonito y vivo templo budista lleno de fieles rezando. Muy cerca se encontraba el canal de Cheonggyecheon por el que paseamos un rato bajo la lluvia. Empezábamos a estar cansados y bastante mojados, la verdad que visitar una ciudad así no es lo mejor… Entramos en una cafetería de estilo europeo a darnos un capricho dulce antes de seguir recorriendo la zona, aunque no conseguimos entrar en calor y decidimos volver al alojamiento.

Día 3 en Seul:

¡Cómo llovía! Pocas veces he tenido tan mal tiempo al estar de viaje. No teníamos mucha idea de lo que podíamos hacer ese día, y decidimos dedicárselo a un par de museos importantes de Seúl. Tras desayunar uno de los peores cafés de mi vida (Corea no destaca precisamente por su cultura del café), cogimos el metro para ir directamente al Museo Nacional. Nada más salir de la estación, vimos un fila de gente kilométrica en forma de S hasta la entrada del museo que me hizo echar a temblar, pero como no había otro plan mejor, la tuvimos que hacer. El museo estaba bastante bien, aprendimos sobre la historia del país e intentamos relacionarla o compararla con la de Japón, para así poder entender un poquito mejor esta región del mundo. Era curioso como explicaban al detalle las épocas antiguas y de los reyes de Corea, mientras que pasaban muy por encima los siglos XIX y XX, que realmente eran los que más nos interesaban. Creo que hay heridas que aún no han cerrado del todo, como la ocupación japonesa de la primera mitad del pasado siglo. Coincidió que fuera del museo hubo un espectáculo de música y danza tradicional por la festividad del Chuseok (una de las fiestas nacionales más importantes de Corea del Sur), que aprovechamos para ver.

Por la tarde, tampoco paró de llover y continuamos nuestro día cultural con la visita al Museo de la Guerra. Pero antes, paramos a comer en una típica barbacoa coreana que cocinan el cerdo en la propia mesa y el extractor es un tubo que cuelga del techo en la mitad. La carne estaba buena con el rehogado de ajo y especias picante, pero todos los acompañantes que sacaron (unos diez), eran terribles. Normalmente no me gusta utilizar estas palabras con la comida, pero no puedo con los sabores avinagrados-fermentados que tanto abundan en Corea. Después si, fuimos al Museo de la Guerra que resultó ser mucho más impresionante que el primero, tanto por la historia que contaba sobre la situación con Corea del Norte a lo largo de los años, como por las exposiciones y puesta en escena en sí. Además, tenían un enorme arsenal de tanques, aviones, helicópteros y de todo, incluso te podías meter dentro de los tanques. Ya cuando se hizo de noche, cogimos un autobús a la zona del centro, a Myengondong, para dar una vuelta por el mercado nocturno. Estaba lleno de gente como el día anterior, y fuimos hasta Cheonggyecheon donde tomamos algo antes de volver al alojamiento y esperando que ya no lloviera más en mucho tiempo…

Día 4 en Seul:

Madrugamos bastante para aprovechar bien el primer día de sol en Seúl, y en Corea del Sur. ¡Cómo cambian las ciudades y cualquier lugar cuando el cielo está azul! Cogimos un par de metros desde nuestro alojamiento y llegamos directos a la zona de los palacios, para visitar en primer lugar el Palacio Real. Me pareció precioso, más colorido y decorado que la mayoría de los japoneses. Dimos una rápida vuelta para ver los diferentes edificios y jardines antes de las 10, hora del cambio de guardia en la puerta principal. ¡Menudo espectáculo! Sin duda el cambio de guardia más impresioante que he visto. Desde allí, anduvimos hacia Buchon Hanok Village, la zona antigua bastante bien conservada de Seúl, aunque muy pequeñita. En realidad se limita a un par de calles por las que caminan cientos de turistas tratando de sacar las mejores fotos con las calles empinadas, muros de ladrillo y la torre de televisión al fondo. Tras aquel breve descanso de palacios, continuamos a Changdeokgung, el segundo más grandioso de la ciudad. Muy cerca, estaba el Santuario de Jongmyo al que llegamos por un bonito bosque que hacía que te olvidarás de estar en medio de una metrópolis de 25 millones de habitantes. Decidimos comer en un restaurante hongkonés para cambiar un poco de esos sabores coreanos que tan poco me agradan y, aunque estaba picante, la comida me gustó mucho.

Por la tarde, visitamos el mercado Gwangjangque que era una auténtica locura. Decenas de puestos con comidas indescifrables, cosas que supuestamente eran pescado, pulpo troceado vivo retorciéndose en los platos de los comensales, patas y cabezas de gallina… Creo que nunca he conocido una gastronomía tan extraña como la coreana, ¡de verdad que me vuela la cabeza! Anduvimos hasta llegar a la zona comercial Ikseon-dong Hanok Village, el cual era muy diferente al hanok que habíamos visto por la mañana, ya que este estaba lleno de tiendas y cafeterías modernas. Subimos a una de ellas para ver las vistas desde arriba y dimos una vueltita esquivando las miles de personas que andaban por allí (de las cosas que menos me gustan de estos países asiáticos es que su sobrepoblación hace que muchos momentos sean agobiantes o haya que hacer colas para todo). Estuvimos un buen rato sentados en una plaza del final de la transitada calle Insa-dong Culture Street viendo a la gente pasar, y ya una vez oscureció, fuimos a la zona de “pochas” para unirnos a los locales en su forma de disfrutar de la noche. El plan es sentarse alrededor de unos puestos que sirven comida coreana y bebida a precios razonables, con sillas y mesas de plástico en la calle, unos al lado de otros. Nos decantamos por uno especializado en pescado seco (nosotros sin saber que era lo único que servían allí), y pedimos pulpo y un pescadito para probar. Sinceramente, era comible aunque no santo de mi devoción. Estuvimos un par de horas integrándonos con la juventud coreana, ¡fue muy divertido!

Día 5 en Seul:

Volvía a estar bastante nublado y después de haber salido el día anterior por la noche, nos daba mucha pereza turistear por Seúl. Pero nos preparamos y salimos a comer un sándwich de tortilla en un local de los pocos que estaban abiertos (es lo malo de haber coincidido el Chuseok, una de las festividades nacionales más importantes de Corea del Sur). Fuimos en metro hasta una estación cercana a la colina donde a encuentra la famosa N Tower de Seúl. Subimos andando para no tener que hacer la larga fila del teleférico y así ahorrar un poco de dinero, y menos mal, porque a lo largo de la subida había varios miradores magníficos donde poder contemplar la enorme ciudad. Desde ninguno de los ángulos se veía el final, siempre había una colina tras la cual crecían rascacielos. Subimos hasta la parte más alta, pero sin acceder a la torre en si; las vistas ya eran suficientemente buenas. Para comer, nos decantamos por el cercano mercado Haebangchon Sinheung, el cual tenía más ropa que comida, pero sirvió para picar unos dumplings fritos muy sabrosos, aunque súper pesados. Nos tomamos un café de postre y estuvimos un rato descansando antes de continuar la visita.

Por la tarde, fuimos a la Aldea Hanok de Namsangol, donde nos pudimos vestir con ropa coreana y dar una vuelta por una reconstrucción de lo que sería un pueblo tradicional. También vimos un espectáculo de música y danza en el aquel lugar. Empezaba a hacerse de noche y cogimos un bus para ir al Palacio de Changgyeonggung, en el que se celebraba un espectáculo de luces precioso que vimos casi desde primera fila. Mi parte favorita fue cuando se reflejaba un enorme dragón dorado en los árboles del fondo del estanque, realmente bonito. Desde allí, tomamos un bus a la otra punta de la ciudad, al Ttukseom Hangang Park, donde junto al río había una exposición de luces y sonido de estilo moderno que queríamos visitar. Antes de llegar probamos la hamburguesa Lotteria, digamos que el McDonalds coreano (en realidad japonés, pero aquí está en todas las esquinas). Luego sí fuimos a ver el famoso show de luces que estuvo bastante bien, aunque lo que más me gustó fue la vista hacia el río y a la enorme Lotte World Tower, el quinto edificio más alto del mundo.